E X O G E N O: Conferencia de Caracas y abstención del Gobierno Mexicano

 El "caso Guatemala" se ha convertido en la cuestión más relevante de la Conferencia de Caracas, celebrada en la primavera de 1954, que originalmente se había convocado para discutir los inconvenientes económicos de Latinoamérica y la viable participación estadounidense para resolverlos. Antecedente de la junta, diversos gobiernos habían expresado su interés en obtener concesiones arancelarias y ingreso predilecto al mercado norteamericano para sus materias primas y, generalmente, medidas para mejorar los términos de trueque. Creían insistir además en un mejor trato de Washington en créditos para el desarrollo. Los estadounidenses tenían otros fines en dicha junta. Querían guiar la atención de los gobiernos latinoamericanos a las ocupaciones de los comunistas en el conjunto de naciones y solicitar medidas correctas para el control de sus movimientos y su propaganda y reiterar la incorporación de las repúblicas americanas a los principios democráticos.


En Caracas, los países latinoamericanas se brindaron cuenta, como apunta un destacado analista, de que para USA el compromiso adquirido en Buenos Aires en 1936, al unirse al protocolo de no mediación, implicaba en reciprocidad la obligación de aquellos territorios a la "responsabilidad colectiva" en tan solo estabilidad. Esta convicción se había ido arraigando en los elevados círculos políticos de Washington. Subrayaron que era primordial subordinar las medidas contra las ocupaciones comunistas a los preceptos constitucionales de cada Estado, e insistieron en que la custodia y la preservación de las instituciones democráticas estaban íntimamente asociadas con políticas de confort económico y justicia social que incrementarían la paz de un poblado. La mayor parte de los miembros de la Organización de los Estados Americanos no han admitido bien dicha crítica. No se admitió el medio centenar de propuestas de enmienda al plan estadounidense presentadas por México, Argentina y Uruguay aun cuando, en buen número, las votaciones fueron bastante cerradas. A pesar de ello y a intensas presiones, los delegados argentinos y mexicanos se abstuvieron una vez que se votó para sentenciar el sistema guatemalteco y siguieron pugnando para que el testimonio de Caracas consignara los principios que, en su. crítica, eran soporte del sistema. Frente a dicha situación, los delegados peruanos y Brasil presentaron una iniciativa para conciliar posiciones contrarias, que' concluyó por aceptarse. Si bien la ·delegación mexicana sumó su voto al de sus compañeros de trabajo, Luis Padilla Nervo manifestó su inquietud ya que no se reconocía explícitamente el inicio de no mediación y se condicionaba el derecho a la autodeterminación al 'mencionar que los estados americanos tenían derecho de elegir sus instituciones con el "ejercicio efectivo de la democracia representativa como medio de conservar su autonomía: política". Dulles reconoció luego que la elección aprobatoria no reflejó la carencia de enardecimiento de la monumental mayor parte de los gobiernos que suscribieron el testimonio, pese a 2 semanas de profundo trabajo de la delegación de Estados Unidos. Y todavía más insatisfechos debieron de sentirse los delegados latinoamericanos en relación a la cuestión económica que, según admitieron los propios burócratas de Washington, no obtuvieron contestación a ni una de sus solicitudes; solamente lograron la promesa de una junta de ministros de economía y finanzas iniciativa por Chile y otras más vagas de cooperación técnica y financiera. Las reformas del plan de Washington que se tradujo en el testimonio de Caracas no fueron suficientes para eludir la invasión a Guatemala promovida por USA ni el derrocamiento de Arbenz. Si en Caracas la delegación mexicana tuvo buen cuidado de evadir en lo viable digas concretas al caso de Guatemala y proteger en abstracto los inicios de autodeterminación y no mediación, el régimen mexicano se demostró además discreto en sus declaraciones una vez que pocos meses luego ocurrió la temida mediación. Probablemente con el fin de determinar todavía más la postura del sistema mexicano, la dirigencia del PRI reiteró la ideología de la mexicanidad e insistió en declaraciones públicas en su repudio al comunismo, ó cualquier otro absolutismo y, generalmente, a ideologías extrañas a la idiosincrasia mexicana. Este anhelo de determinar la postura de México se debió, entre otras causas, al disgusto de las empresas empresariales por la actuación de los delegados de nuestra región en Caracas y en cierta medida al quiero de disminuir el miedo y enojo estadounidense que resultaban obvios. Dulles había admitido en una junta del Consejo Nacional de Estabilidad de Estados Unidos que Padilla Nervo había actuado con mesura.



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